En la mesa de noche, a las dos de la mañana de un día
miércoles, empezó a vibrar el celular. Como estaba cerca al vaso con agua hizo
un tintineo y un ruido como un motor que se enciende. Pero nadie atendió. Luego
se desplazó hacia la esquina y su pantalla iluminada de azul parpadeó al compás
de un ringtone de los Beatles. Cerca al borde, la luz que se filtraba por la
ventana y que provenía del poste de la calle, iluminaba su teclado. El celular
seguía temblando y cantando sin que nadie le hiciera caso.
En la cama había un hombre boca abajo. Un hilo de saliva
mojaba su almohada y su pie hacia equilibrio fuera del colchón. El hombre
parecía inerte. La luz que se colaba del poste de la calle caía transversalmente
sobre la espalda y seguía por el borde de la mesa de noche. El hombre, al
parecer, no tenía deseos o simplemente no podía levantarse.
El celular vaciló y abandonó sus intentos de llamar la
atención justo cuando empezaba a rozar el filo del mueble. El hombre seguía
quieto.
Debería estar en un sueño profundo o demasiado cansado. A
veces, se infiltran elementos de la realidad en el sueño y uno en plena fantasía
cree, por ejemplo, oír una cascada y cuando despierta se da cuenta que está
lloviendo y que fue el ruido de la lluvia lo que en realidad le despertó. Teniendo
en cuenta este detalle, el celular volvió a sonar.
He is a real nowhere man, sitting
in his nowhere land, making all his nowhere plans for nobody; pensaba o gritaba el celular mientras se sacudía con
todas sus fuerzas. Pero el durmiente parecía ser de piedra o estar en
cualquier otro lado menos en la habitación. Batería baja, seguramente, aventuró
a explicarse el móvil.
De pronto el soñador hizo un ruido, como si empezara a
vibrar. A veces, se pueden confundir un estertor de muerte con un simple
ronquido. El hombre no volvió a moverse ni a producir sonido alguno.
Ya agotado de tanto cantar y, casi con mitad del cuerpo
en el vacío, el celular volvió a callar. Paciente, esperó otro estertor o que
la batería del durmiente al fin haya llegado a su nivel de carga mínima para
que éste pudiera, al menos, percatarse de su llamado. Esperaba al menos que,
como otras veces, estirace el brazo con un gesto de buceo, como de quien sale
de un profundo ensueño a brazadas, le cogiese y con los ojos apenas abiertos
comprobara quién le había despertado a mitad de la noche.
En silencio, recordaba su reacción al mirar la pantalla.
Ese instante en que le tomaba y le acercaba hacia su rostro. La cara cansada y
expectante. Sólo ese instante pues dependía mucho del motivo del llamado, su
siguiente reacción. El celular recordaba haberse visto estrellado algunas veces
y sintió temor. Se prometió a si mismo que no vibraría nuevamente si algún otro
mensaje llegaba: no quería ya despertar al hombre.
He is real nowhere man, sitting in
his nowhere land, making all his nowhere plans, for nobody; se agolparon las
palabras en su boca y no pudo evitarlas. Luego
sintió que las fuerzas se le iban y calló: se le había descargado la batería.
Así, dormido, el celular soñó que estaba acostado en una
cama, tranquilo; y que nadie venia a despertarle a mitad de la noche.
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