domingo, diciembre 27, 2020

EL CELULAR

En la mesa de noche, a las dos de la mañana de un día miércoles, empezó a vibrar el celular. Como estaba cerca al vaso con agua hizo un tintineo y un ruido como un motor que se enciende. Pero nadie atendió. Luego se desplazó hacia la esquina y su pantalla iluminada de azul parpadeó al compás de un ringtone de los Beatles. Cerca al borde, la luz que se filtraba por la ventana y que provenía del poste de la calle, iluminaba su teclado. El celular seguía temblando y cantando sin que nadie le hiciera caso.

En la cama había un hombre boca abajo. Un hilo de saliva mojaba su almohada y su pie hacia equilibrio fuera del colchón. El hombre parecía inerte. La luz que se colaba del poste de la calle caía transversalmente sobre la espalda y seguía por el borde de la mesa de noche. El hombre, al parecer, no tenía deseos o simplemente no podía levantarse.

El celular vaciló y abandonó sus intentos de llamar la atención justo cuando empezaba a rozar el filo del mueble. El hombre seguía quieto.

Debería estar en un sueño profundo o demasiado cansado. A veces, se infiltran elementos de la realidad en el sueño y uno en plena fantasía cree, por ejemplo, oír una cascada y cuando despierta se da cuenta que está lloviendo y que fue el ruido de la lluvia lo que en realidad le despertó. Teniendo en cuenta este detalle, el celular volvió a sonar.

He is a real nowhere man, sitting in his nowhere land, making all his nowhere plans for nobody; pensaba o gritaba el celular mientras se sacudía con todas sus fuerzas. Pero el durmiente parecía ser de piedra o estar en cualquier otro lado menos en la habitación. Batería baja, seguramente, aventuró a explicarse el móvil.

De pronto el soñador hizo un ruido, como si empezara a vibrar. A veces, se pueden confundir un estertor de muerte con un simple ronquido. El hombre no volvió a moverse ni a producir sonido alguno.

Ya agotado de tanto cantar y, casi con mitad del cuerpo en el vacío, el celular volvió a callar. Paciente, esperó otro estertor o que la batería del durmiente al fin haya llegado a su nivel de carga mínima para que éste pudiera, al menos, percatarse de su llamado. Esperaba al menos que, como otras veces, estirace el brazo con un gesto de buceo, como de quien sale de un profundo ensueño a brazadas, le cogiese y con los ojos apenas abiertos comprobara quién le había despertado a mitad de la noche.

En silencio, recordaba su reacción al mirar la pantalla. Ese instante en que le tomaba y le acercaba hacia su rostro. La cara cansada y expectante. Sólo ese instante pues dependía mucho del motivo del llamado, su siguiente reacción. El celular recordaba haberse visto estrellado algunas veces y sintió temor. Se prometió a si mismo que no vibraría nuevamente si algún otro mensaje llegaba: no quería ya despertar al hombre.

He is real nowhere man, sitting in his nowhere land, making all his nowhere plans, for nobody; se agolparon las palabras en su boca y no pudo evitarlas. Luego sintió que las fuerzas se le iban y calló: se le había descargado la batería.

Así, dormido, el celular soñó que estaba acostado en una cama, tranquilo; y que nadie venia a despertarle a mitad de la noche.


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sábado, enero 11, 2020

TRES MINIATURAS DE RIBEYRO

Para iniciar el año, compartimos tres mircrorrelatos del gran narrador, incluidos dentro del cuento "Por las azoteas".
De más está decir que es uno de mis cuentos favoritos.





I

«Había una vez un hombre que sabía algo. Por esta razón lo colocaron en un púlpito. Después lo metieron en una cárcel. Después lo internaron en un manicomio. Después lo encerraron en un hospital. Después lo pusieron en un altar. Después quisieron colgarlo de una horca. Cansado, el hombre dijo que no sabía nada. Y sólo entonces lo dejaron en paz».



II

«Había una vez un famoso imitador de circo que se llamaba Max. Con unas alas falsas y un pico de cartón, salía al ruedo y comenzaba a dar de saltos y a piar. ¡El avestruz! decía la gente, señalándolo, y se moría de risa. Su imitación del avestruz lo hizo famoso en todo el mundo. Durante años repitió su número, haciendo gozar a los niños y a los ancianos. Pero a medida que pasaba el tiempo, Max se iba volviendo más triste y en el momento de morir llamó a sus amigos a su cabecera y les dijo: ‘Voy a revelarles un secreto. Nunca he querido imitar al avestruz, siempre he querido imitar al canario’».



III

-Yo soy como ese hombre que después de diez años de muerto resucitó y regresó a su casa envuelto en su mortaja. Al principio, sus familiares se asustaron y huyeron de él. Luego se hicieron los que no lo reconocían. Luego lo admitieron pero haciéndole ver que ya no tenía sitio en la mesa ni lecho donde dormir. Luego lo expulsaron al jardín, después al camino, después al otro lado de la ciudad. Pero como el hombre siempre tendía a regresar, todos se pusieron de acuerdo y lo asesinaron.



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