Yo padezco de aquella clase de tristeza que tienen las cosas que no pudieron ser dichas, de esa nostalgia de mis libros esperando a que me desocupe para atender sus páginas secas colgadas del estante como alguien que suspira por el agua con los pies al borde de un pozo seco. Yo, lo confieso, padezco de aquella tristeza del hombre que es feliz por todo menos por sí mismo.
Un rastro que se desvanece. Una huella, simplemente. Que se apaga entre pensar y sentir, sin poder expresar lo que sus rasgos delatan.
Yo, huella triste, te regalo mis espacios entre todas estas letras…
1 comentario:
muy bueno esto que escribes, mi querido Beto (amigo, claro); sobre todo este texto-poema; no sé, a veces he querido describir algo intenso con estas mismas palabras.
ojalá podamos reunirnos antes de que se acabe este mes.
disculpas por la ausencia non clara.
un abrazo.
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