lunes, septiembre 19, 2011

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Mientras viajo, leo a Lie Yukou. La contemplación a la que llama el autor oriental me obliga a abandonar la lectura para fijarme en mi persona, en el camino, en el paisaje: ser un árbol de hojas verdes y amarillas brindando sombra a dos compadres que charlan alegremente en la tarde calurosa. Pronto, soy un espárrago acostado junto a otros en un cesto, listo para el mercado. Sacado de mi naturaleza, casi no me reconozco. Pronto, soy una niña que pedalea apurada en su bicicleta. Cantando alegre una tonada sin sentido, regreso a casa llevando veinte céntimos de ají molido para el almuerzo. Pronto, soy un perro soleándome a la puerta de mi casa mirando a todos pasar. La panza tibia pegada a la vereda recalentada. Qué ganas de quedarse así, contemplando a una niña en bicicleta y no ladrarle. De estarse quieto sin perseguir los camiones, de ver desfilar por la carretera ese bus enorme y gris con un tipo en la ventana que ha dejado caer su libro.

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4 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado autor:
Pude leer su Otoños recientemente, por lo cual decidí enviarle esta nota de aliento por el esfuerzo tan solitario y heroico de escribir poesía, porque su libro es poesía, aunque la denomine relato. Son muchas las veces en que me ha obligado a suspender la lectura y fijar la mirada en una esquina o mural en busca de respuestas, de nuevas secuencias, de significados distintos. Esto es lo que aprecio yo de un libro. Siga adelante, y gracias.

Anónimo dijo...

ES GRATO PODER LEER ENTRE LAS LINEAS DE TU GENTIL PROSA PARTE DE TU DIA A DIA. SEGUIRE ADMIRANDO DESDE AQUI TUS SUEÑOS. ABRAZOS. VANESSA DI.

Pilar Alberdi dijo...

Maravilloso. Así, sin más. Imposible, más.
Un abrazo.

alberto zelada garcía dijo...

Gracias por los comentarios
No sabría decir si la intención fue escribir poesía. Lo único que hice fue juntar una serie de situaciones, escenas, sensaciones escritos en prosa que pretenden llevar una historia o más en sí mismas.