jueves, enero 25, 2007

POEMAS DE CAL

MIGRANTE
La ciudad es monstruosa y desconfiada
Pero el retazo de urbanidad que me toca llevar
No es tan malo
Aun así
Me parece injusto que no sientas lo mismo

EQUIPAJE
Sandalias hechas de recuerdos
Y contra el dolor de pecho
Fotografías para romper

POEMA DE CAL
El hombre era una tiza
Trazando rayuelas en la ciudad
En mi cabeza
Llevo un letrero de cielo

POSTAL
Mi hogar no está lejos
Sólo nos separa la incertidumbre
Una mujer sin pañuelos
Que envía su abrazo por correspondencia

OCASO
Un cerro iluminado rompe el horizonte
Juega a nacimiento de tercera clase
De sus faldas nacen tentáculos
Sexos o lenguas
Da lo mismo
El silencio tiene otro olor aquí

VELOCIDAD CELULAR
La gente desfila con prisa
O es el asfalto quien las obliga
Puede ser
Yo también apuro mis pasos
Como queriendo acortar nuestra distancia
De la misma manera cojea mi índice
Deprisa
En busca de tu aló

REMEMBER
Tomo un paseo por mi pueblo natal
Con Paul Anka sonando en los carrillos
Pero es de noche
Sólo lechuzas reemplazan a las aves de la canción
Se rompe el vinilo
Y recuerdo que estas calles son nuevas para mi calzado corazón

LA CIUDAD…
Lima es un territorio pizarrón
Parcela alquilada
Donde seres calcigenos
Como yo
Vamos delimitando algún sueño

…Y SUS HABITANTES
Son como palomas
Atrevidas y pretenciosas
Recogen migajas o las roban
Y, sin la menor consideración,
Se cagan en lo que resta
De la bella arquitectura

...continuará...

martes, enero 09, 2007

EN AQUELLA ÉPOCA

- En aquella época las máquinas lo hacían todo, había escasez de agua y la información se guardaba en unos discos.
La mujer tomó el objeto plateado que tenía forma circular y lo hizo volar por los aires. Afuera, sus hijos jugaban con los restos de alguna tecnología. Volvió a su tarea y siguió hablando:
- Mi abuela me contó que hasta las computadoras eran así de grandes. E hizo un gesto con el índice y el pulgar para indicar la medida.
- Sí, si; ya lo sé – respondió su pareja –. Y hasta había una cocina que hacía fuego sola y los alimentos estaban ya preparados. Uno iba a un edificio en un vehículo y no salía de allí hasta tarde. Que hasta le daban a uno una tarjeta de plástico con la que canjeaba lo que quería.
El hombre dijo todo esto con desgano. Su mujer destajaba al animal capturado con un pedazo de metal. Completamente fastidiado, continuó refunfuñando mientras intentaba sacar fuego de las piedras.