viernes, noviembre 04, 2011

CAJA ARABIA

…Tenía el don de la alquimia. Aquella facultad de ennoblecer a los hombres, incluso a los más viles y ruines. Caminaba por el desierto visitando ciudades. Iba solo o con agradecidos que le seguían por los caminos. Llegaba al pueblo polvoriento y buscaba a aquellos quienes eran rechazados por el mundo. A los que por su conducta, su mal habida riqueza o sus defectos físicos, eran dejados de lado. Les llamaba a su diestra y hablaba a cada uno de ellos con fácil y amable palabra. Luego marchaba hacia su nuevo destino entre vítores y nombramiento de gran mago…

La princesa de árabe hermosura respira lentamente como trayendo recuerdos en la noche. Afuera, la luna muestra apenas una sonrisa tímida. Se recuesta dejando que su cuerpo domine las almohadas y, mirando hacia su memoria, hacia el horizonte, suspira hondamente tomando impulso para hablar. Sus ojos parecen escrutar en el tiempo. Continúa:

…En su gran biblioteca, el rey Midas enrolló el pergamino que contenía la historia del gran sufí y lo guardó cuidadosamente en un arca de oro. Al contemplar el cofre se admiró del buen trabajo realizado por sus orfebres y se felicitó por su buena fortuna. El oro brillaba a su alrededor también en candelabros y copas. Era tan hermoso y atractivo ese brillo, como la nobleza. El rey Midas recordó la historia que acabara de leer y en su mente empezó a ambicionar el poder de dorar lo que estuviese a su alcance…

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