Me guardo una ansiedad en las monedas para ver si aun puedo recordar cierta propiedad que tiene la tristeza. Las excusas que se conservan o recrean cuando en medio de la indiferencia amontonamos causas en la mesa sin dejar espacio siquiera para los papeles pequeños. Origami entre mi pensamiento, me doblo e invento nuevas dudas, nuevas manías. Tratando de alcanzarme me recorto, me estrangulo de cabeza o me recuerdo sin hallar mi antigua pena a donde se fueron todas mis esperas y mis vicios primeros. Recuento lo gastado en amarillo sin encontrar viejas novedades, me vuelvo a doblar en la mesa, en los papeles y vuelvo a gastarme más de lo debido esperanzado en la desesperación que nos traen las deudas. Pero todo es en vano: alguien más ha pagado mis cuentas y se lleva mi tristeza como un trofeo adquirido en subasta.
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