viernes, abril 07, 2006

MONÓLOGO PARA UN CRUCIFICADO

Ahora entiendo la acrofobia del espantapájaros y aquella frase inútil de atarse de pies y de manos. Ahora que no puedo abrazarte o devolverte las lágrimas desde mis extremos sangrientos. Mi cuerpo es tan pesado como los días o como las culpas. Mi cuerpo, que sólo es un pendón en esta lanza cruzada. No me duelo sólo de mí. Junto a mis carnes han hecho sangrar también un madero, mi hermano. ¿De qué se le acusa? Acaso de no retoñar a tiempo o de no avivar las fogatas en un hogar. Heme aquí dando espectáculo suspendido en rictus de ave herida. Aprieto los dientes por no apretar las costillas. En este mi pecho donde mujeres durmieron y la libertad se henchía. Madres dejadas en el lecho, hijos a los que nadie bendice. El aire atragantado tiene un sabor a muerte vacía y a asfixiante sinrazón. Cómo, clamo desde el mástil donde diviso mi tierra, cómo es que me han puesto aquí de vigía en donde ya no distingo sino sombras. Sólo veo muecas debajo de mi puesto. Difícil saber si insultan o suplican. Al igual que yo tiemblan de frío o abandono. O de culpa. Las consecuencias nunca me preocuparon. Algunos tiemblan por el miedo. Mi único temor es ya no ver nada. Ignorantes, voltean a mirarme de nuevo esperando a que mi grito final anuncie un destino…

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